Esta noche intento acordarme de vos, y sin embargo, al instante
mismo de imaginar tu boca, caen sobre mí todas las razones para no recordarla.
Razones como espejos de paredes manchadas de humedades e inviernos. Espejos
como hastíos y domingos en la cama con la frazada caída en el piso. Es martes y
es madrugada, y tantos martes y tantas madrugadas rocé tu boca buscando el
exilio y la certeza. Palabra eterna tu
boca –a veces- pronunciando mi nombre como agua clara y mansa. Labios como manos, como pies, como el brillo
opaco de la piel que ya no espera otra cosa que la urgencia del sueño. El
viento golpea las ventanas y retumba el silencio. Razones y silencios -para
guardar tus ojos y tus lunares en el cajón más pequeño de la cómoda- para dejarlos
desvanecer y marchitar. Es martes y es madrugada, Manuel, y ya no te espero.
3 comentarios:
La boca: un arma. El beso: una cicatriz que cargamos para siempre.
Besos.
Bellas palabras!
Debe ser que andamos por lugares y momentos parecidos. Qué lugar de mierda la espera, amiga. Hay que salirse de ella. Curarse. Avanzar.
La vida, por suerte, sigue.
Te quiero hermosa.
Abrazote
Na.-
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