sábado, 26 de julio de 2008

A Oliverio Girondo, agradecida.

El gran día de los espantapájaros (del bandoneón y los tranvías), y corrían buenos vientos en los Buenos Aires, junto a un Oliverio de polvo de mariposas y una valija llena de sueños vanguardistas, una voz que pronunciaba versos y presentaba a sus amigos artistas; un Oliverio que hablaba de amores pasados por agua, a la vainilla, amores chorreados de merengue mientras el bandoneón canta con esperezos de gusano baboso…
Un amor amor que repica en tablados milongueros donde la gente es feliz y felina, donde se puede ser capaz de llevar las palabras a una realidad de personas que se miran y se presienten, se desean, para luego terminar evadiéndose y entregándose; y ver ese tejido de vocales y consonantes resuelto en la magia de la palabra viva, del placer y la lujuria que la poesía puede mezclar sin apuros, sin prisas, sin recovecos insulsos. Es esa poesía que atraviesa la sombra a ambos lados de la carne. Que esgrime como fuente de todo padecer, de toda melodía absurda y torpe. Y uno puede dejarse ver por los tejidos del rostro, mientras se alimenta de la insostenible ceguera de las palabras. Aquellas sacrosantas lanzas que nos pueblan, y que, como cuchillos, se instalan en los jardines de la sangre.
La literatura de Oliverio Girondo tiene eso: Esa ficción-realidad que evoluciona y emociona, las cosas pasan a segundo plano, como borradas por el rechazo cada vez más intenso de un mundo deformado por el mal, por los cambios, por la sociedad. La literatura de Oliverio Girondo tiene eso: Rompe con el tabú y la norma, endulza con lo prohibido, con lo silenciado, con lo vendado, con lo ultrajado, con lo denunciado, con lo omitido. La literatura de Oliverio Girondo tiene eso: Los días deslizan su desolado argumento y su neologismo donde coexisten espantapájaros de placeres y deseos reprimidos, de mujeres, alas, amor… De la elástica y abigarrada corteza de veinte poemas para ser leídos en un tranvía, del perro fracasado con ojos de prostituta, del susurro de los senos al rozarse.
Se ha llegado a la visión de un mundo degradado por la miseria social y la miseria del espíritu. Y así, Oliverio Girondo girando agradecido, con una poética que trasciende y se remonta en la materialidad física y al estremecimiento, en busca del lenguaje del amor. Ese mismo lenguaje de vuelo erótico de la mujer etérea, el placer que le produce ver pasar -volando- a María Luisa de la cocina al dormitorio y viceversa.
Es vanguardia, es locura, es delirio… Y nos invita a llorar, a descargarnos, vacilando entre la tragedia, la risa, y el desamparo humano.
Oliverio es un espantapájaro de sueños, de amor incandescente y amor incauto… de una cama que se quiebra en dos. De un teléfono que suena para arder en la distancia. De una servilleta de papel que sirve de aguacero y de confesor. De las alas que no escapan a los ojos que se pulverizan. Del límite vertical que divide el suelo con el aroma a lilas que esconde el rocío etéreo (para nunca más dejarse rozar las plantas de los pies, si no es a la altura precisa de los besos posibles y las alas teñidas de alba.)

10 comentarios:

cambalache dijo...

No le conocía hasta ahora que me pondré a ello. Un beso Solita

Anónimo dijo...

Oliverio...te cuento como lo conoci? Hace mas de un año, por televisión, en un programa que me encantaba ver, de repente una voz muy especial sale leyendo "todo era amor" sorprendida por las tantas formas me fui a internet a buscarlo, y asi comenzo este "enamoramiento" eterno.

:)

Cariños Sol.

Ignacio dijo...

Mi lu...
seguis un camino parecido en mi admiracion...

Jorgelina Mandarina dijo...

Oliverio tiene la increible capacidad de poner mis pelos de punta. Siempre termino erizada y no puedo leerlo sin que pasen por mi cabeza millones de sensaciones.



Besotes Pecosa.


Te adoro, asi, con rulos y todo ;)

Anónimo dijo...

Girondo un ídolo y tu blog para pasarse a menudo por sus posts.
Felcitaciones.

Anónimo dijo...

Después de leerte no puedo hacer otra cosa que salir de casa rumbo a mi librero de cabecera para que me recete un libro de este señor, al que, hasta ahora, no tenía el gusto de conocer.

Saludos solita. Tan bueno como siempre.

Natalia Maggi dijo...

mi parte preferida:

"De un teléfono que suena para arder en la distancia. De una servilleta de papel que sirve de aguacero y de confesor. De las alas que no escapan a los ojos que se pulverizan"

lo escribiste vos?
espectacular.

el blog, hermoso como siempre.
cariños

Rodolfo Serrano dijo...

Gracias por recordarnos tantas cosas. Hay que leer a Oliverio.

Ignacio dijo...

te deje un presente en mi blog...pasa a retirarlo cuando gustes

Agostina dijo...

Es la primera vez que veo este blog y sinceramente me gusto mucho, por tu forma de describirte pareces una persona muy adorable.
Y también amo la literatura.
Estás invitada a mi blog, como quieras.