sábado, 11 de julio de 2009

Las palabras me hacen trampa.

Vomitar las palabras. Romperlas, triturarlas, juntarlas, volverlas a romper. Hacer de las palabras gritos desesperados, otoños, abrazos. Triturar las palabras hasta que sangren, hasta que se oxiden, hasta que lloren. Llevar las palabras hasta el silencio, hasta la humedad de una boca reseca de silencio. Vomitar las palabras desde las manos hasta los pies hasta ser piel. Regalarte las palabras que todavía no he escrito, y dejarlas sangrar por el costado de la ventana hasta llegar a tu cama. Que sangren, que se oxiden, que vuelvan a morir y a nacer tantas veces, como tantas veces decir la palabra que no debo o debería... o decir cosas sin sentido (como estas), y sentirme un poco tacto y otro poco loca, y seguir caminando. Caminar y buscar más palabras para regalarte y para regalarme. Ir en busca de palabras estufa, palabras abrazo, palabras almohada. Ir en busca del nacer de nuevas sílabas y letras para llevar a tu ombligo... y dejarlas caer por el pliegue de tu cintura. Escribir sin sentido palabras y más palabras que completen las noche a solas entre colillas y hojas a medio escribir. Hay momentos en que faltan las palabras. Tanto faltan que las mataría, las rompería en mil pedazos y las volvería a armar. Y eso tampoco tiene mucho sentido. Sería algo así como buscarle el sentido a verte dormir y no encontrar una puta palabra de madrugada que lo describa, algo como buscarle el sentido al nudo en el estómago, al cordón salido de la zapatilla, al micro que llegó tarde, al banco de plaza vacío, al teléfono que no suena, al frío en las paredes, a las servilletas y los pañuelos en un bolsillo, o a la forma casi febril de caminar por la calle contando baldozas.
Hubo momentos que fue más fácil escribirlas, otros decirlas, y otros -como hoy- que sólo podría ahogarlas en silencios que las hagan renacer. Y así tener las palabras para secarte los ojos y decirte que hay que mirar para adelante y seguir, para darte esperanzas, para amarte una y otra vez y no buscarle demasiado sentido al paso del tiempo.

19 comentarios:

Soledad Di Pasquale dijo...

Eso si que necesitaba vomitarlo.

Lola dijo...

Y las que aún no existan vamos a inventarlas.

Jorgelina Mandarina dijo...

AY, preciosa.

Esto que vomitas es tanto arte, vos sos tanto arte y poesía y vida y camino por delante. Sos todo admiracion y entendimiento y haces brotar y salir verdades a borbotones.
Te amo, por tanta fortaleza y lucha y por tanto que nos une.

Ya vendran las risas, te lo prometo.

cosasimpropias dijo...

como se escriben palabras, a falta de palabras, a veces hay q escribir silencios. y otras tantas hay q esperar sentada a q lleguen. yo ando medio sin palabras ultimamente. algo q me tiene bastante preocupada a decir verdad. me consuela leerlas en otras bocas y de otras manos, como en tu caso. realmente disfrute leerte.
un beso

eliú dijo...

si las palbras te hacen trampa, no juegues a las apuestas con ellas... al menos hoy no, que sabes que sales perdiendo... aunque para ser sincero, yo andaría apostandoles hasta que se queden sin artimañas tramposas.

Anónimo dijo...

Las palabras sí que pesan..

Saludos

Chespi

More Gemma dijo...

Qué hermoso leerte. Voy a pasearme por tus pasillos con más frecuencia.

(no veo dificultad alguna entre vos y las palabras...)

Saludos desde la Buhardilla
Eusebia.

María de Jesús dijo...

hace un tiempo atrás publiqué en mi blog una entrada referente a los juegos que el dadaismo construye con las palabras, expresiones de nuestro ser, de nuestras vivencias...son el arma de los poetas para testimoniar la vida, herramientas de comunicación y uniones singulares...me gustó mucho lo que escribiste

Nuria K. dijo...

Soledad: el vómito tiene más fuerza que la palabra. El silencio también. A veces, sencillamente hay que recurrir a otras cosas para poder expresarnos mejor. Para hacernos entender mejor. En lo innombrable, curiosamente allí, está la poesía. Me gusta mucho "tu" poesía. Saludos.

Poeta Errante dijo...

Me encanta como escribís, Soledad. Estoy sin palabras en este momento.
Leerte siempre es grato.
Vomitar palabras hace bien. Si.
Abrazo.

Pensando en Tinta dijo...

Me encanta pasar a leer por acá, más allá que no deje siempre huella.
A algunos las palabras nos hacen trampa y en vez de dejar de decirlas las seguimos repitiendo.

Saludos!

El payador dijo...

una palabra
dame una palabra
dame suave brisa
brisa del otoño...

Georgia SinClaire dijo...

pequeña pecosa cortazar de los blogs

increible!
odiamos al palabrerio q nunca alcanza para ser palabra..
a veces, basta con nombrar..
"una taza" si el te se enfria
"una huida" si el micro huye de nosotras..
y si la madrugada no suelta el diccionario, y la paz de su sueño no permite que se quiebre el silencio..
nombrarlo a él.

besos Sole.
:D
tq linda- que sigas bien
ME ENCANTO MUCHO MUY ENCANTANDA!

Anónimo dijo...

Con tantos comentarios me quedo sin palabras


http://nomireslalunademasiado.blogspot.com

BeLén dijo...

ay nena es increíble esto que acabas de escribir.. me llena tanto, no encuentro mejor momento para leerlo que éste.
gracias por esto, por decirlas aunque sólo expresen los vacíos o silencios, por hacerlas presentes y reconocer que existen y que no estamos todos tan locos.
te quiero muuucho muuucho
quiero cocaaaaaaa!

Unknown dijo...

HOLA, hace poco que leo tu blog, pero creo que no queda otra. Las palabras hay que vomitarlas una y otra vez. Es casi, creo yo, la única forma en que logramos que salga lo genuino.
A veces, también creo, que cuando no tenemos mucho por decir, un silencio vale más que mil palabras.

Saludos, me gustó lo que escribiste.

Diang Lugo dijo...

Muchas veces lo mejor es desprenderse de ciertas palabras... dejarlas salir, liberarnos de ellas y sin más ni más... vomitarlas...


Saludos...

Mónica Angelino dijo...

VOMITAR LAS PALABRAS.
EXCELENTE SOLE!!
UN BESO.

Oooooooohri dijo...

Hoy descubrí tu blog.
Qué buen descubrimiento, definitivamente!! Me conmovió mucho tu manera de decir, o tu vomito. Un abrazote.