En algún rincón estaban guardadas
las manos, los pies, la ceniza. En algún puto lugar estaban guardadas las
explicaciones, los pañuelos de papel, las llaves, tres o cuatro acordes de un
blues que hace tiempo no escucho.
Una vez alguien me dijo que
soltar era más que un verbo, y me lo creí. Con tanta fuerza lo creí que hasta lo
convertí en mandato diario, casi vehementemente. Y solté todas las cosas que
jamás dije. En silencio solté. Y en silencio salté. Ahí, del otro lado. Ahí donde
los rincones parecen ser un espacio más adonde la vida llega para pegarte dos
sopapos, para pararte en otro lugar de la casa y ver la ventana más linda, el espejo más claro.
Ahí donde las manos y los pies ya no necesitan volver, y la ceniza se esfuma.
1 comentario:
Nos da muchísimo miedo ver qué hay del otro lado, o alejarnos de lo que incluso nos hace mal, de lo que ya conocemos, porque nos creemos que ya sabemos como soportarlo. Pero una vez que damos el salto, realmente entendemos que no hay que soportar, que hay que liberar. Y eso es darte otra oportunidad :)
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