Sabía perfectamente
que caía en la tentación, y no podía dejar de hacerlo. Sabía que su piel no podía soltarla, no quería
imaginar siquiera el solo momento de no rozarlo, de no acariciar su pelo,
contarle los lunares, morderle la boca.
La madrugada
con él se volvía corta, necesaria, a mordiscos, prohibida.
Corría el
peligro que se corre en estos juegos, uno de los dos pierde.
3 comentarios:
Me recordó un poema que pego aquí:
48
la poesía no es un juego
con el que hay que divertirse
la poesía es un arma
que mata
o ama
y en cualquier caso
siempre hay una víctima
Muy bello
Nunca se pierde Sole :)
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